El precio de la innovación: de Van Gogh a Naturix
Siempre
que pienso en personas innovadoras, inquietas, pero que no consiguen
ser comprendidos por sus contemporáneos y que, sin embargo, habrían
triunfado en otro tiempo, me viene a la cabeza el gran pintor holandés, Vincent Van Gogh, que como tantos otros artistas, no recibió el reconocimiento que su obra merecía hasta después de su muerte.
Sin
embargo, no es necesario remontarse al pasado para encontrarnos con
casos similares. Sin ir más lejos, esto mismo podría decirse de tantos y
tantos emprendedores españoles que creen en un producto, que conocen
las tendencias del mercado, que confían en el marco jurídico y político
de su país, que apuestan por la innovación y la investigación pero, sin
embargo, se dan de bruces con una realidad que dista mucho de estar
preparada para acogerles y han de luchar contra una gigantesca
maquinaria burocrática que, aún poniendo voluntad, no consigue seguir el
ritmo de la sociedad a la que sirve.
Les pondré un ejemplo: Naturix,
es una empresa familiar situada en Valderebollo (Guadalajara), dedicada
a rehabilitar el mundo rural desde la "acuicultura ecológica",
desarrollando proyectos de I+D+i en ámbitos de la producción, la
transformación, el envasado y la comercialización de trucha ecológica y
otras especies, creando empleo y ayudando a fijar población en el
entorno rural. La idea de negocio era clara y ambiciosa, no sólo se
pretendía recuperar una instalación piscícola abandonada, sino que se
fomentaría el ocio (“acui-ocio”, según un término novedoso
acuñado en estas instalaciones), la pesca responsable y la producción
ECO-LÓGICA a través de un modelo de negocio verticalmente sostenible.
Tan clara y factible era la idea, que Naturix no ha parado de recibir premios y alabanzas: Premio “Alimentos de España a la Producción Ecológica 2011”, Premio “Red Emprendeverde” de la Fundación Biodiversidad, Momentum Project
(ESADE y BBVA), entre otros. Han sido capaces de obtener un producto de
alta calidad que, por su bajo contenido en metales pesados, ¡ha llegado
a ser “recetado” por algunos médicos!
Sin
embargo, a día de hoy, la empresa se encuentra al borde del precipicio,
con graves problemas financieros que hacen prácticamente inviable su
continuidad y ponen en serio peligro la situación económica familiar de
sus promotores.
¿Cómo
es posible que sólo unos meses después de la fotografía que ilustra
este artículo (Premio “Alimentos de España a la Producción Ecológica
2012”), Naturix esté buscando desesperadamente alternativas para seguir
criando pescado ecológico, revitalizando zonas rurales y satisfaciendo
la demanda creciente de estos productos por parte de unos consumidores
cada vez más sensibilizados con el origen de los alimentos?
Por
supuesto, son muchos los factores que determinan el éxito o fracaso de
un proyecto pero, en este artículo, quiero poner el acento en una
situación que nada tiene que ver con la economía o con la crisis
financiera, aunque agrava sus efectos y, lo que es peor, genera una
enorme desesperación al constatar el tiempo perdido y los recursos
malgastados: la gigantesca maquinaria burocrática en que se ha
convertido nuestra Administración, unido a nuestro particular sistema
político, que genera una enorme incongruencia entre lo que se propone
en el “papel “y lo que realmente se permite en la práctica.
Es
necesario señalar que, en materias como la agricultura, el desarrollo
rural o el medio ambiente, son la Unión Europea y, en menor medida,
otras Organizaciones Internacionales (FAO,…) las que determina los
objetivos y directrices que han de respetar las respectivas políticas
nacionales. Esto hace que en España nos encontremos con Administraciones
paralizadas y/o desbordadas, que no consiguen adaptarse al ritmo que
exige la evolución de la sociedad, pero que han de cumplir con sus
compromisos europeos e internacionales, adaptando el marco jurídico pero
olvidando la realidad a la que se dirige.
La
UE apoya hace años la producción ecológica como instrumento de
revitalización del medio rural y la conservación del medio ambiente. El
Gobierno Español apostó también por el sector y, como muestra de este
compromiso, aprobó el Plan Integral de Actuaciones para el Fomento de la
Agricultura Ecológica 2007-2010 marcándose, entre otros, el objetivo
de mejorar el conocimiento de los productos, su consumo y la
comercialización.
Sin
embargo, a día de hoy, la realidad del sector ecológico español pone
de relieve la distancia que aún existe entre el potencial productivo y
el mercado interior realmente generado.
Es
decir, que en esto de la producción ecológica, bien podemos decir que
se ha empezado “la casa por el tejado”. Hemos querido emular a otros
países europeos, donde la población estaba hace ya tiempo sensibilizada
con el consumo sostenible, pero obviando que en España la gran mayoría
de consumidores desconoce que el sistema alimentario no es tan
transparente como debería y, además, no dispone de la suficiente
información sobre las ventajas de los alimentos producidos de acuerdo
con criterios de sostenibilidad (ya sean certificados o no).
Lo
lógico habría sido generar, en primer lugar, las condiciones
necesarias para crear un mercado interior sólido, con unos consumidores
informados y concienciados, tal y como hizo, por ejemplo, la República
Checa. Este país, consciente de que sus consumidores desconocían las
ventajas de la alimentación ecológica, en comparación con otros países
de Europa Occidental, optó por seguir la estela de Alemania, Austria o
Italia, introduciendo los productos ecológicos en comedores escolares y
guarderías. Lo más sorprendente es que esto lo decía ya el ICEX
(Instituto Español de Comercio Exterior), en un informe elaborado en el
año 1998, sobre el “Comercio de los productos ecológicos en la República
Checa”.
Los
responsables de Naturix llevan años solicitando al Gobierno de España y
a Comunidades Autónomas como las de Madrid o Castilla la Mancha, la
introducción de la alimentación ecológica en los comedores escolares y
hospitales, sin que hasta el momento se haya conseguido ningún
compromiso real por parte de los responsables políticos. Es decir, en
España se da la paradoja de que las Administraciones fomentan
teóricamente la alimentación sostenible pero, en la práctica, no
permiten que disfruten de sus beneficios los niños, los enfermos o el
personal de la Administración en general.
Historias
como ésta, hacen que vuelva a estar en duda la conveniencia para la
empresa de apostar por la sostenibilidad y la responsabilidad social. Se
extiende la convicción de que estos términos son utilizados, en gran
medida, como meros reclamos publicitarios o como “relleno” de programas
electorales, sin que exista una apuesta real por parte de nuestras
instituciones públicas y financieras por las iniciativas que respetan el
verdadero significado de ambas expresiones. Empresas como Naturix, han
demostrado que en España existen muchas personas valientes, que poseen
la fuerza y el conocimiento necesarios para desarrollar ideas que hace
ya muchos años triunfaron en otros países europeos. Pero
desgraciadamente, también han demostrado que en España, ser emprendedor,
valiente e innovador, puede salirte muy caro, si no eres capaz de
caminar al mismo paso que el gigante y pesado monstruo de la burocracia.
Es una pena que una empresa pionera en la acuicultura ecológica,
defendiendo unos principios tan laureados y aplaudidos por la mayor
parte de la sociedad (sostenibilidad, responsabilidad, respeto al medio
ambiente, empleo rural…) vaya a desaparecer…o no, igual estamos a tiempo
de evitarlo.
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