miércoles, 9 de enero de 2013

,Ultima oportunidad para una empresa. El precio de la innovación: de Van Gogh a Naturix

El precio de la innovación: de Van Gogh a Naturix 

 

Siempre que pienso en personas innovadoras, inquietas, pero que no consiguen ser comprendidos por sus contemporáneos y que, sin embargo, habrían triunfado en otro tiempo, me viene a la cabeza el gran pintor holandés, Vincent Van Gogh, que como tantos otros artistas, no recibió el reconocimiento que su obra merecía hasta después de su muerte.
Sin embargo, no es necesario remontarse al pasado para encontrarnos con casos similares. Sin ir más lejos, esto mismo podría decirse de tantos y tantos emprendedores españoles que creen en un producto, que conocen las tendencias del mercado, que confían en el marco jurídico y político de su país, que apuestan por la innovación y la investigación pero, sin embargo, se dan de bruces con una realidad que dista mucho de estar preparada para acogerles y han de luchar contra una gigantesca maquinaria burocrática que, aún poniendo voluntad, no consigue seguir el ritmo de la sociedad a la que sirve.
Les pondré un ejemplo: Naturix, es una empresa familiar situada en Valderebollo (Guadalajara), dedicada a rehabilitar el mundo rural desde la "acuicultura ecológica", desarrollando proyectos de I+D+i en ámbitos de la producción, la transformación, el envasado y la comercialización de trucha ecológica y otras especies,  creando empleo y ayudando a fijar población en el entorno rural. La idea de negocio era clara y ambiciosa, no sólo se pretendía recuperar una instalación piscícola abandonada, sino que se fomentaría el ocio (“acui-ocio”, según un término novedoso acuñado en estas instalaciones), la pesca responsable y la producción ECO-LÓGICA a través de un modelo de negocio verticalmente sostenible.
Tan clara y factible era la idea, que Naturix no ha parado de recibir premios y alabanzas: Premio “Alimentos de España a la Producción Ecológica 2011”, Premio “Red Emprendeverde” de la Fundación Biodiversidad,  Momentum Project (ESADE y BBVA), entre otros. Han sido capaces de obtener un producto de alta calidad que, por su bajo contenido en metales pesados, ¡ha llegado a ser “recetado” por algunos médicos!
Sin embargo, a día de hoy, la empresa se encuentra al borde del precipicio, con graves problemas financieros que hacen prácticamente inviable su continuidad y ponen en serio peligro la situación económica familiar de sus promotores.
¿Cómo es posible que sólo unos meses después de la fotografía que ilustra este artículo (Premio “Alimentos de España a la Producción Ecológica 2012”), Naturix esté buscando desesperadamente alternativas para seguir criando pescado ecológico, revitalizando zonas rurales y satisfaciendo la demanda creciente de estos productos por parte de unos consumidores cada vez más sensibilizados con el origen de los alimentos?
Por supuesto, son muchos los factores que determinan el éxito o fracaso de un proyecto pero, en este artículo, quiero poner el acento en una situación que nada tiene que ver con la economía o con la crisis financiera, aunque agrava sus efectos y, lo que es peor, genera una enorme desesperación al constatar el tiempo perdido y los recursos malgastados: la gigantesca maquinaria burocrática en que se ha convertido nuestra Administración, unido a nuestro particular sistema político, que genera una enorme incongruencia entre lo que se  propone en el “papel “y lo que realmente se permite en la práctica.
Es necesario señalar que, en materias como la agricultura, el desarrollo rural o el medio ambiente, son la Unión Europea y, en menor medida, otras Organizaciones Internacionales (FAO,…) las que determina los objetivos y directrices que han de respetar las respectivas políticas nacionales. Esto hace que en España nos encontremos con Administraciones paralizadas y/o desbordadas, que no consiguen adaptarse al ritmo que exige la evolución de la sociedad, pero que han de cumplir con sus compromisos europeos e internacionales, adaptando el marco jurídico pero olvidando la realidad a la que se dirige.
La UE apoya hace años la producción ecológica como instrumento de revitalización del medio rural y la conservación del medio ambiente. El Gobierno Español  apostó también por el sector y, como muestra de este compromiso, aprobó el Plan Integral de Actuaciones para el Fomento de la Agricultura Ecológica 2007-2010  marcándose,  entre otros, el objetivo de mejorar el conocimiento de los productos, su consumo y la comercialización.
Sin embargo,  a día de hoy, la realidad del sector ecológico español pone de relieve la distancia que aún existe entre el potencial productivo y el mercado interior realmente generado.
Es decir, que en esto de la  producción ecológica, bien podemos decir que se ha empezado “la casa por el tejado”. Hemos querido emular a otros países europeos,  donde la población estaba hace ya tiempo sensibilizada con el consumo sostenible, pero obviando que en España la gran mayoría de consumidores desconoce que el sistema alimentario no es tan transparente como debería y, además, no dispone de la suficiente información sobre las ventajas de los alimentos producidos de acuerdo con criterios de sostenibilidad (ya sean certificados o no).
Lo lógico habría sido generar, en primer lugar,  las condiciones necesarias para crear un mercado interior sólido, con unos consumidores informados y concienciados, tal y como hizo, por ejemplo, la República Checa. Este país, consciente de que sus consumidores desconocían las ventajas de la alimentación ecológica, en comparación con otros países de Europa Occidental, optó por seguir la estela de Alemania, Austria o Italia, introduciendo los productos ecológicos en comedores escolares y guarderías. Lo más sorprendente es que esto lo decía ya el ICEX (Instituto Español de Comercio Exterior), en un informe elaborado en el año 1998, sobre el “Comercio de los productos ecológicos en la República Checa”.
Los responsables de Naturix llevan años solicitando al Gobierno de España y a Comunidades Autónomas como las de Madrid o Castilla la Mancha, la introducción de la alimentación ecológica en los comedores escolares y hospitales, sin que hasta el momento se haya conseguido ningún compromiso real por parte de los responsables políticos. Es decir, en España se da la paradoja de que las Administraciones fomentan teóricamente la alimentación sostenible pero, en la práctica, no permiten que disfruten de sus beneficios los niños, los enfermos o el personal de la Administración en general.
Historias como ésta, hacen que vuelva a estar en duda la conveniencia para la empresa de apostar por la sostenibilidad y la responsabilidad social. Se extiende la convicción de que estos términos son utilizados, en gran medida, como meros reclamos publicitarios o como “relleno” de programas electorales,  sin que exista una apuesta real por parte de nuestras instituciones públicas y financieras por las iniciativas que respetan el verdadero significado de ambas expresiones. Empresas como Naturix, han demostrado que en España existen muchas personas valientes,  que poseen la fuerza y el conocimiento necesarios para desarrollar ideas que hace ya muchos años triunfaron en otros países europeos. Pero desgraciadamente, también han demostrado que en España, ser emprendedor, valiente e innovador, puede salirte muy caro, si no eres capaz de caminar al mismo paso que el gigante y pesado monstruo de la burocracia.
Es una pena que una empresa pionera en la acuicultura ecológica, defendiendo unos principios tan laureados y aplaudidos por la mayor parte de la sociedad (sostenibilidad, responsabilidad, respeto al medio ambiente, empleo rural…) vaya a desaparecer…o no, igual estamos a tiempo de evitarlo.

 

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